Maldonado, de la desembocadura Las Conchillas

TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO
Héctor Maldonado no la tiene fácil. No son las inclemencias temporales, las bajantes o la falta de fauna ictícola lo que más le preocupa en estos tiempos, sino el avance de los intereses inmobiliarios sobre su lugar en el mundo. José María Armándola y Matías Folonier lo tienen acorralado en la orilla en la que lo parió su madre, hace 65 años. La desembocadura de Las Conchillas, allí donde el arroyo se encuentra con el Paraná, es hoy un territorio en disputa entre los lugareños y quienes impulsan la privatización del borde costero.
El pescador, sus tres hijos y dos nietos corren peligro de desalojo. El Estado mira para otro lado, los medios mayoritariamente callan y el problema parece lejano para quienes habitualmente se solidarizan con estas situaciones. La Asamblea Ciudadana Vecinalista de Paraná y algunos amigos fieles hacen el aguante, al igual que la movida de Remar Contracorriente por el Agua y la Vida, que hizo una escala de apoyo en su travesía, a mediados de marzo. Pero la lucha de Maldonado es casi solitaria contra los depredadores de la costa.
De un tiempo a esta parte, la gente de Armándola le destruyó un galpón en el que los hijos de Héctor trabajaban arreglando motosierras. Ahora hay tranqueras con candados, carteles de propiedad privada y de prohibido el paso sobre la calle pública Pedro Londero, cámaras de seguridad y un palo con alambrado que llega hasta el agua. Los empresarios de tierras no dejaron ni pasar la ambulancia para que atiendan a uno de sus hijos que sufrió un ACV en medio de esta situación. «Las herramientas nuestras son las del río, ¿Que voy a ir a hacer en un terreno a la edad que tengo?», se pregunta Héctor, quien mantiene la mejor voluntad de negociar, siempre con dignidad.

¿Cuánto hace que vive en esta ribera su familia?
73 años. Yo nací ahí, hace 65. Me parió mi mamita en la costa.
¿Cómo llegaron?
Mis abuelos vinieron desde arriba y se estacionaron ahí.
¿Por el río?
Sí, por el río. Mi abuelo Quiroga y mi abuela Godoy, con mamita que ya tenía 7 años.
¿De dónde venían?
De la zona de Hernandarias. Mi abuelo era del lado de Viale, se vinieron a la orilla, la conoció a la abuela y ahí se largaron. Papá era de Paraná. La conoció a mamá y se formó la pareja y ahí nacimos nosotros. Yo soy el menor de tres varones y tres mujeres. Queda una en Buenos Aires y otra acá, los demás ya murieron. El único que quedó (en la costa) fui yo.
Así que en el lugar vivía su madre y su padre se fue a vivir con ella…
Sí, empezamos a construir. Siempre en la pesca. Hace 20 años empezamos con el galponcito para arreglar motosierras y motores con mis hijos Héctor Miguel y Florentino Rafael.
¿Tiene papeles del lugar?
No, nada.
¿Y los de la inmobiliaria?
No mostraron nada, dicen que la tierra es de ellos. Hemos estado bien hablando, pero vinieron a voltear el galpón que es nuestro. Estábamos negociando. Peleando, porque nosotros tenemos que estar sobre la costa, es la fuente nuestra de trabajo. Si tenemos que irnos tiene que ser cerca del río, acá tenemos dos casitas armadas con sacrificio. Les dejamos todo, es mucho.
¿Qué sería lo mejor para ustedes?
Que se resuelva todo bien. Si nos tenemos que ir, que nos vayamos bien, que nos ubiquen donde queremos, porque dejamos un lugar de muchos años. Lo de nosotros vale también.
¿Qué hacen ahí?
Vivimos de la pesca nomás. Ahora con los portones con candados se complica, no pueden bajar con los coches a comprarnos, está difícil el camino.
¿Pescan y venden ahí?
Exactamente. Ahora nos encargan, subimos nosotros con lo que nos piden hasta arriba.
¿Hacen alguna otra cosa en relación al río?
Antes sí, llevábamos a pescar a la gente, les hacíamos pescado frito para cuando volvían, o los llevábamos a dar una vuelta por el delta, por Las Conchillas. Hacíamos de guías, eso ayudaba un montón.
¿Usted pudo ir a la escuela?
Sí, séptimo grado. A la Rudecindo Alvarado, de El Brete.
¿Le gusta la vida de pescador?
Siempre me gustó.
¿Qué tiene de particular?
A mí me gusta la tranquilidad. Conocer gente. Venderles pescado y que conozcan nuestro modo de vivir. Es lindo compartir. Gracias a Dios con eso pudimos hacer nuestros ranchos, pegando de a un ladrillo.
¿Hay temporadas más lindas que otras en el río?
Y sí, a nosotros nos gusta más el verano tirando al otoño, porque es cuando sale el pescado que más precio tiene. Sacás un surubí, un dorado; se vende. En el otoño, algún sábalo.
¿Dónde pesca?
Yo pesco ahí nomás, sino enfrente sobre la costa santafecina tengo para tirar las mallas.
Azulado frito y surubí en posta
Comentaba de unos peces nuevos que aparecieron hace dos años…
Un pescadito parecido al patí, casi la misma forma, azulado. Lo sacan y lo devuelven, porque son chiquitos. Aunque dicen que se crían grande. Es como un patí, pero sin chuzas.
¿Lo probó?
Sí, es muy rico. Frito lo hicimos.
¿Cuánto hace que lo vio?
Hace un año y medio, dos, en el arroyo de aguas muertas. Antes no existía acá. Los años que tengo yo nunca lo vi.
¿Qué dicen los pescadores de eso? ¿Cómo se llama?
No sabemos tampoco, le decimos azulado porque es así. Se calcula que existe para el lado del Amazonas, que ha bajado con alguna creciente que vino. En el río no lo he visto, pero en el arroyo Las Conchillas sí.
¿Cuál es el pescado que más le gusta?
El surubí. Lo hago posta asada, cuando viene gente y tengo lo hacemos bien asadito. Pero nosotros comemos de todo tipo, nos hemos criado a sopa de pescado.
Fuente:
https://170escalones.com/maldonado-de-la-desembocadura-las-conchillas/