RELATOS DE EXPERIENCIAS DE FEMINISMO COMUNITARIO
MUJERES JUJEÑAS
Ante la deforestación y las disputas por la tierra, en Jujuy el feminismo comunitario de estas mujeres unifica las luchas de recuperación de los territorios y de defensa de sus cuerpos.
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Por Estela Casado y Mirtha Susana Rodríguez
Hoy nos vamos a referir a la lucha silenciosa y persistente que llevan adelante mujeres indígenas de Jujuy, no sólo defendiendo territorios sino utilizando hierbas medicinales mientras comparten recetas y memorias de sus abuelas y así, van trazando caminos alternativos a un mal mayor: la fiebre extractivista que afecta sus territorios, relatos de experiencias de feminismo comunitario en el norte argentino.
Según datos del Ministerio del Ministerio de Ambiente de la provincia, solo en los dos últimos años, Jujuy tuvo más de 380 incendios forestales registrados, en los que se perdieron 40.000 hectáreas.
De acuerdo a datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el cambio climático agrava la violencia contra las mujeres y las niñas. En la medida en que aumenta la regularidad con la que ocurren las sequías, migran los animales que pastorean o se desgasta el suelo, aumenta el tiempo y energía requerida por cada una de ellas para proveer a sus familias de alimentos. Además, las mujeres tienen hasta 14 veces más posibilidades de morir durante desastres ambientales. Por otro lado, han sido relegadas a llevar a cabo las tareas domésticas, como el cuidado de niños y mayores, la alimentación, la difusión de la cultura y el suministro de agua.
Ante la deforestación y las disputas por la tierra, en Jujuy el feminismo comunitario de estas mujeres unifica las luchas de recuperación de los territorios y de defensa de sus cuerpos.
Este feminismo se construye como un pensamiento cosmogónico que reinterpreta las realidades de las mujeres indígenas dentro de sus comunidades, estableciendo nuevas relaciones de equilibrio que las fortalezcan frente a una sociedad patriarcal y machista. Las mujeres cuestionan con su práctica al feminismo urbano y blanco, que —dicen— no las representa.
"Mi cuerpo, primer territorio de conquista"
Es la consigna regional. La violencia que sufre la tierra, la sufren también ellas. Según datos del Observatorio Mumalá del año pasado, se contabilizó desde el 2015 un aumento del 35 por ciento de los feminicidios a mujeres de pueblos originarios.
Cuenta Mónica Bertuzzi que llegó a Tilcara en 1983 procedente de Buenos Aires y que vive en el barrio de Villa Florida, que su vivienda fue convertida en laboratorio para mujeres indígenas, denomino al lugar "Estrella Azul", comenzó como una quinta comunal y hoy se ha transformado en un espacio para disfrutar la naturaleza.
"Las personas que hacemos uso del lugar cultivamos nuestras verduras, las compartimos con los huéspedes, reciclamos los desechos. Estamos en armonía con nuestra madre tierra".
Actualmente, se hacen allí actividades holísticas; desde la preparación de tinturas madres o mieles infusionadas hasta cremas. En esta pequeña casa de piedra, 40 mujeres indígenas y no indígenas forman parte de un proyecto de medicina ancestral.
La propuesta, ganadora de la primera convocatoria de proyectos socio-ambientales de la red Banco de Proyectos Comunitarios Rurales, es un intercambio de saberes en salud comunitaria con plantas nativas propuesto por la Asociación Civil Coejhú y la Red de Mujeres Rurales de Argentina. Las invitadas llegan de otras partes de Jujuy —La Quebrada, El Bananal, San Pedro— y de otras provincias del país —Formosa, Chaco y Buenos Aires—.
Las mujeres que hoy participan del laboratorio se presentan. Algunas lloran recordando a sus abuelas, hablan de sus conocimientos ancestrales y de la importancia de mantener el aprendizaje. Mencionan la dureza de la soledad en el campo y el desconocimiento que reciben por parte de su propio país y el mundo.
Claudia Farías. Los mburruvicha (autoridades de las comunidades guaraníes) la eligieron en 2018, por unanimidad. como la nueva mburruvicha guasú del Pueblo Guaraní en Argentina, siendo su máxima representante.
En uno de estos encuentros afirma:
"La tierra está enferma, nosotros la enfermamos. Somos tierra y ahora estamos enfermos: a veces espiritualmente, a veces nuestra sangre, nuestra vista. Para el gran creador la esperanza es la medicina ancestral que existe desde que existe el mundo mismo. Las abuelas que nos han criado nos han dado arandú, (la sabiduría misma). Nuestros secretos se despiertan a medida que nos transformamos, la tierra está muriendo y necesitamos transformarnos ahora para salvarla a ella y salvarnos a nosotras".
Así, han aprendido no solo a administrar sus recursos —agua, animales, plantas, frutos— para que las generaciones que les siguen puedan cuidarlos de igual manera y aprovecharlos, sino también a adaptar sus actividades a los cambios del ambiente.
En el pasadonuestras comunidades sufrieron además de la cruel colonización, el virus de la influenza, sarampión y viruela que exterminaron parte de ellas y sus formas antiguas de vida, hoy hablamos de una enfermedad gestionada por el hombre:
La fiebre del extractivismo
"Tenemos menos territorio y en lo que nos queda, a veces no crecen las cosas. Tenemos que buscar más lejos nuestras plantas. La tierra está muerta acá y nadie nos brinda ayuda. Pero nuestros hijos se siguen enfermando, nuestros compañeros siguen volviendo con heridas y nosotras necesitamos fortalecernos solas".
Y le cuenta al entrevistador sobre su abuela- Matilde-:
"Ella luchó mucho por defender la cultura y por permitir que las mujeres pudieran liderar. Vivió toda su vida en una plantación de cítricos en El Bananal e iba casa por casa para organizar a los hermanos, se relacionaba con la iglesia, iba a congresos, peleaba por la educación bilingüe. Era ella sola contra el mundo. Yo crecí viéndola, tomando sus tés y aprendiendo de toda esta cultura, mis derechos como mujer y mi obligación de defender este suelo que estoy pisando".
Para ellas, la desaparición de la naturaleza significa sentir de cerca la pérdida de una maestra.
A la pregunta: "¿Pensaste alguna vez en tener que dejar tu casa por la crisis climática?":
"No queremos. Es nuestra tierra. Aquí tenemos nuestras plantas, nuestras casas, nuestros animales. No estamos pensando en irnos, pensamos en resistir a todo esto. Tenemos esta lucha porque nos enseñaron nuestras abuelas, porque somos mamás. Y ya no tenemos miedo, nos han tenido tanto tiempo escondidas aquí debajo de la tierra que nuestra piel se ha convertido en un cuero. Estamos preparadas".
Y así nos despedimos con otra historia, esta vez de lucha, sacrificio, de compartir saberes, aunar esfuerzos, de amor y respeto por la tierra, y también de RESISTENCIA!!!!
Fuente: Agencia Tierra Viva - crónica de Ana Domínguez
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