EL FUEGO Y LA REPRESIÓN: UNA PATAGONIA QUE ARDE EN SILENCIO
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Por José Guzmán
Desde finales de diciembre, la Patagonia sureña se ha visto envuelta en un sufrimiento que no solo se mide en hectáreas arrasadas por el fuego, sino también en la desidia y el racismo que alimentan la tragedia. En apenas unas semanas, más de 28.000 hectáreas han sido consumidas por las llamas, y mientras el sur de Chubut, Río Negro y Neuquén siguen siendo devorados por el fuego, una oscuridad aún mayor amenaza con extenderse sobre la región: la intolerancia del poder.
En el
Parque Nacional Nahuel Huapi, el fuego parece no tener fin. Se originó a fines
de diciembre, y a medida que se esparce, deja tras de sí más que solo tierra
quemada: consume la esperanza y la vida de aquellos que, a pesar de todo,
siguen luchando por proteger lo suyo. Al día de hoy, ya han sido arrasadas
9.592 hectáreas en el sector Los Manzanos y 683 más en el sector El Manso. A
pesar de la magnitud de la catástrofe, son solo unas 230 personas las que, con
sus manos callosas, continúan luchando contra la furia del fuego en el sur de
este parque nacional.
Pero como
si la tragedia natural no fuera suficiente, el fuego que más daño está causando
no proviene de las llamas: es el fuego de la represión, el de la persecución a
un pueblo que se resiste, una vez más, a ser extinguido por el poder. Este 11
de febrero, un nuevo operativo represivo se desplegó sobre las tierras de la
cordillera de Chubut, allanando comunidades mapuche-tehuelche, hogares de
vecinos y, lo que es aún más grave, un medio de comunicación comunitario: la
Radio Petü Mogeleiñ, de El Maitén. No sabemos aún qué excusa judicial
justificaría este atropello, pero las razones políticas son tan evidentes como
el humo que se eleva desde los focos de incendio: se busca a los culpables
entre los inocentes, se intenta criminalizar a un pueblo entero, y se apaga,
con el mismo fuego, la voz de quienes luchan por la dignidad.
El circo
montado por los ministros del gobierno nacional, Patricia Bullrich y Luis
Petri, no es casual. Sus presencias en la región no son más que el reflejo de
un proyecto represivo que ha logrado instalar el odio y la estigmatización como
respuesta ante cada reclamo legítimo. Mientras el gobernador de Chubut, Ignacio
Torres, lanza invectivas contra el pueblo mapuche, el verdadero objetivo de
estas maniobras queda claro: no se trata de combatir el fuego ni de asistir a
las familias damnificadas. Se trata de silenciar y someter, de ejercer una
represión que busca quebrar la resistencia del pueblo mapuche-tehuelche y de
aquellos que se solidarizan con su lucha.
"Los
incendios son actos de terrorismo", asegura Petri, desde El Bolsón, sin que se le
caiga la cara de vergüenza. La justicia, según él, debe actuar con mano dura,
no solo por el daño causado, sino por la "intencionalidad" del fuego. En
la mente de estos ministros, todo aquel que se resista o se atreva a levantar
la voz, es un enemigo, un "terrorista". Los incendios no son hechos
aislados, según el discurso oficial, sino una conspiración orquestada para "atemorizar
a la población". Es una teoría tan ridícula como peligrosa, pues pretende
justificar la violencia institucional con un supuesto enemigo invisible; si ese
enemigo interno del Bulrich vocifera desde hace años.
Este accionar represivo es de una gravedad extrema, particularmente cuando se pone en la mira a un medio de comunicación comunitario como la Radio Petü Mogeleiñ. Este medio, que ha acompañado a las comunidades en su lucha y les ha dado voz frente al silencio y la indiferencia, ahora ve vulnerado su derecho fundamental a la libertad de expresión. Las comunidades allanadas hasta ahora incluyen las Lof Catrimán Colihueque, Nahuelpán, Cañío y Pillán Mahuiza, que, a pesar de la persecución y la agresión (del Grupo Especial de Operaciones Federales (GEOF) y el Grupo Halcón quienes participaron en los allanamientos y detenciones arbitrarias) siguen resistiendo, con la misma fuerza que han demostrado desde tiempos inmemoriales.
"Sepa la sociedad que están inaugurando una situación de terror, algo que sucedió hace cuatro décadas lo están haciendo ahora con el pueblo mapuche, persiguiendo, haciendo caza de brujas"
Dijo en Rawson Mauro Millán, lonko de Pillan Mahuiza. "Todo muy raro, nadie sabía nada, la Defensora dice que no sabía nada, han detenido a un miembro de mi comunidad y no puedo saber si está bien él y el resto", agregó sin ocultar lo desesperante de la situación.
Así con este tipo de declaraciones los medios alternativos fueron esgrimiendo una situación draconiana y denunciando acciones por parte del gobierno nacional Argentino propios de un mundo distopico en donde los derechos humanos han sido vapuleados.
Mientras tanto, los pueblos de la cordillera continúan su labor solidaria. Sin esperar ayuda oficial, reconstruyen sus viviendas quemadas y enfrentan, con coraje y dignidad, los incendios que arrasan con todo. Pero el fuego no puede destruir lo que el pueblo lleva en su corazón: la resistencia. Y es esa misma resistencia la que hoy, más que nunca, debemos apoyar. La responsabilidad de lo que está ocurriendo recae directamente sobre el gobierno nacional y provincial, que, en lugar de dar respuestas, ha optado por la represión como único camino.
Olvidando la reforma de 1994 y otros tratados internacionales firmados por argentina donde se reivindica a los pueblos originarios.
La seudo verdad recorre los medios aliados al establishment embriagando de falacias a los crédulos pero los recuerdos de la historia oscura de nuestro País, hoy se hacen presente no solo en aquel lejano sur sino en todo el territorio Argentino.
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