¿OTRA VEZ LA MISMA HISTORIA?

12.04.2025

LA CRISIS FINANCIERA QUE ATRAVIESA ARGENTINA NO ES UN ACCIDENTE NI UNA FATALIDAD INEVITABLE.










     .

Por Juan Antonio Frey

Es el resultado de décadas de decisiones erradas, corrupción, improvisación y una absoluta falta de responsabilidad por parte de quienes han manejado el destino económico del país, y hoy, el pueblo argentino paga el precio de una economía devastada, una inflación descontrolada y un nivel de pobreza que sigue en ascenso.

Los años de la dictadura militar fueron los de la primera apertura importante del sistema argentino al mercado de capitales. Las políticas económicas de este período promovieron, la apertura comercial y financiera al exterior, la liberación de los precios, la reducción de los subsidios a las empresas, la concentración de la riqueza a través de la redistribución de los ingresos de manera inversa en relación con los asalariados, la internacionalización de la economía en dirección a la agroexportación, la dependencia del financiamiento exterior y el desmembramiento del aparato productivo.

La industrialización sustitutiva dejaba su lugar a la especulación financiera, que arrastraría al país en una espiral de endeudamiento cada vez más profunda. La deuda externa del '76 al '83, pasó de 8.279 millones de dólares a 45.087 millones, por un valor del 50% del total de las exportaciones y del 9% del PBI. En 1983, el 90% de esta suma estaba constituida por deuda financiera y el 10% por deuda comercial; casi la mitad de la deuda financiera, el 44%, servía para financiar la exportación de capitales y el 33% a pagar los intereses y las amortizaciones.

Todo esto tenía lugar en un momento histórico en el cual los superávits financieros producto de los shocks del petróleo brindaban fuentes de financiamiento muy accesibles. El argentino no fue el único caso de subyugación de una economía nacional a los intereses extranjeros, sino que se insertaba en un contexto en el cual muchos países latinoamericanos estaban igualmente involucrados en esta lógica de dominio y de capitalismo parasitario. Los regímenes militares, en pocos años, habían drenado gran parte de los excedentes de capitales provenientes de los países dominantes.

La modalidad de intervención en los años '90 siguió orientada a la liberalización de los movimientos de capital y de la política comercial. El gobierno de Carlos Menem dio inicio a una fase que aparentaba ser de renovado bienestar: el último destello de optimismo antes de la catástrofe. Entre el '90 y el '91, bajo la bandera del Consenso de Washington, Menem privatizó compañías aéreas, televisión, correo, teléfonos y ferrocarriles; realizó recortes en los gastos públicos (sobre todo en los sectores de salud, educación y justicia), devaluó el austral y realizó una apertura a las inversiones extranjeras. Después de esto, Domingo Cavallo, en el '91, adoptó la convertibilidad, que fijaba rígidamente la tasa de cambio entre peso y dólar; de esta forma, daba la seguridad de que, al momento de retirar los capitales del circuito financiero argentino, no habría pérdidas vinculadas con las variaciones del cambio. Desde 1991 a 1998, la adopción de este plan parecía demostrarse como un éxito.

El programa de estabilización basado en la ley de convertibilidad y el desprendimiento de propiedades públicas por medio de la privatización de las empresas del Estado (el 66,3% de las empresas nacionales fue adquirido por empresas extranjeras) permitieron una temporaria reestabilización de las finanzas públicas. Pero la estabilidad monetaria, la creación de un cuadro normativo favorable a los inversores extranjeros, la flexibilidad laboral, la liberalización del régimen de cambio, la solidez de la política macroeconómica, eran todos instrumentos individuales de un mismo mecanismo especulativo. Cavallo conciliaba los intereses de los grandes financistas mundiales con los grupos económicos internos dominantes. Así como había hecho en el período de la dictadura, daba ventajas a los empresarios y financistas locales y al capital financiero; asociando a unos con el capital extranjero en las privatizaciones de las actividades estatales, y a los otros con la garantía de beneficios y fáciles ganancias.

Hoy, Argentina está de nuevo ante la imposibilidad de pagar la deuda y todo hace pensar que, de aquí a poco, la situación desembocará en una nueva declaración de insolvencia. La situación actual es la mayor demostración de la continuidad de un modelo con fuertes desequilibrios internos y vínculos de dependencia externa. En Argentina parecen persistir dos datos estructurales irremediables, la pobreza y la deuda. Para comprender cómo se llegó a estos niveles, es necesario contextualizar la situación en el marco internacional y hacer un racconto de todos los determinantes que tuvieron intervención en el período posterior a la crisis, de la deuda a la restructuración, del colapso de la economía mundial a la caída de las tasas de cambio, y de esta situación nuevamente a la deuda.

Argentina ha sido víctima de políticas económicas que han priorizado el cortoplacismo para la conveniencia política sobre la estabilidad y un desarrollo programado. Gobiernos de distintos signos han recurrido al endeudamiento irresponsable, al gasto público desmedido y a la emisión monetaria sin control, generando una inflación que pulveriza los ingresos de los ciudadanos. La falta de confianza en la moneda nacional ha llevado a una dolarización de facto, donde el peso argentino pierde valor día tras día.

Según un informe del Banco Central de la República Argentina, la economía del país ya venía condicionada por un proceso recesivo iniciado en 2018, con niveles de inflación altos y una deuda pública imposible de pagar. La falta de medidas estructurales ha profundizado esta crisis, dejando a millones de ciudadanos en una situación de vulnerabilidad extrema. El país arrastra una deuda externa monumental, producto de acuerdos financieros que han hipotecado el futuro de generaciones enteras.

La actual negociación con el Fondo Monetario Internacional es un parche más en una estructura económica que sigue siendo frágil y vulnerable, mientras tanto, los sectores del trabajo asalariado e informal, sufren las consecuencias de un ajuste que nunca parece alcanzar a los verdaderos responsables de la crisis.

En un sinnúmero de publicaciones, Alejandro Olmos Gaona señala que la crisis de la deuda argentina es un problema histórico que nunca quiso ser resuelto, y que la dependencia de los aportes de capital extranjero ha comprometido el desarrollo económico del país. La deuda ha crecido por sí misma, convirtiéndose en un obstáculo insalvable para la recuperación económica.

También la corrupción es un cáncer que fue carcomiendo a las instituciones económicas del país. Desde negociaciones opacas hasta desvío de fondos públicos, los escándalos financieros han sido moneda corriente en la política argentina. La falta de transparencia en la gestión de los recursos ha impedido cualquier intento serio de recuperación económica.

El economista Jorge Vasconcelos, en una entrevista con Infobae, destacó que la crisis financiera global ha impactado en Argentina, pero que los problemas internos del país, como la corrupción y la falta de confianza en las instituciones, han agravado la situación. La falta de medidas concretas para combatir la corrupción sigue siendo un obstáculo para la estabilidad económica.

La crisis financiera no es solo un problema de números. Es una tragedia humana.

La pobreza ha alcanzado niveles alarmantes, afectando a millones de argentinos que luchan por sobrevivir en un país donde el costo de vida se dispara sin control. La inseguridad alimentaria, el desempleo y la precarización laboral son responsabilidades del gobierno actual que también le ha fallado nuevamente a la gente.

Según datos recientes, la inflación y la caída del poder adquisitivo han llevado a una crisis social sin precedentes, con un aumento significativo en la cantidad de personas que dependen de asistencia estatal para cubrir sus necesidades básicas. La falta de oportunidades laborales y el deterioro de los servicios públicos han profundizado la desigualdad en el país.

Argentina necesita un cambio profundo y estructural. No bastan medidas superficiales ni discursos vacíos. Se requiere una política económica seria, basada en la estabilidad,

la inversión productiva y la transparencia. Pero, sobre todo, se necesita voluntad política para romper con el ciclo vicioso de irresponsabilidad que ha llevado al país al borde del abismo; precisamente cuando por estas horas, Caputo está anunciando el fin del cepo cambiario y Santiago Bausili alegremente se queja de la pesada herencia.

Las preguntas que quedan flotando en el aire son: ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Quiénes asumirán la responsabilidad de este desastre? Y más importante aún, ¿quiénes tendrán el coraje de cambiar el rumbo antes de que sea demasiado tarde?


Referencias: 

1.- Informe de Estabilidad Financiera 

2.- Qué significa el derrumbe financiero global para la Argentina según uno de los economistas más escuchados del país - Infobae 

3.- Cómo se rompió Argentina: historia de un siglo de crisis económica - El Orden Mundial - EOM 

4.- Crisis En Argentina: Causas Y Situación Actual | En Pocas Palabras