LA MOTOSIERRA COMO METÁFORA POLÍTICA

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EN EL PANORAMA POLÍTICO ARGENTINO, LA MOTOSIERRA HA EMERGIDO COMO UN SÍMBOLO CARGADO DE PROMESAS Y CONTROVERSIAS. PRESENTADA COMO UNA HERRAMIENTA DE CAMBIO RADICAL, SU IMAGEN EVOCA TANTO LA EFICIENCIA COMO LA BRUTALIDAD.
Por Juan A. Frey
Pero, ¿es este el modelo que necesita un país con una historia tan compleja y rica como la nuestra?
La motosierra, en su esencia, corta sin discriminar. Es rápida, efectiva y, a menudo, destructiva. Aplicada al ámbito político, esta metáfora sugiere un enfoque que prioriza la acción inmediata sobre la reflexión, el impacto sobre la razonabilidad.
En un país donde las desigualdades sociales y económicas son tan evidentes y profundas, ¿qué tan prudente es adoptar un sistema que podría profundizar aún más estas brechas?
Además, la motosierra como símbolo político parece ignorar la necesidad de construir, no solo de destruir. Si bien es cierto que Argentina necesita reformas estructurales, estas deben ser implementadas con un enfoque inclusivo y estratégico. La destrucción sin un plan claro para la reconstrucción puede llevarnos a un terreno aún más incierto. ¿Qué sucede con los sectores más vulnerables de la sociedad cuando las políticas se implementan con la brutalidad de un corte mecánico?
La historia nos ha enseñado que los cambios abruptos, sin un análisis profundo de sus consecuencias, suelen dejar cicatrices muy difíciles de sanar.
Por otro lado, este enfoque polariza. Divide a la sociedad entre quienes aplauden la audacia y quienes temen las consecuencias. En un momento en que el país necesita unidad y diálogo, la motosierra parece ser más un arma que una herramienta. La política no debería ser un espectáculo circense de fuerza, sino un espacio para el consenso y la construcción colectiva. La motosierra, con su ruido ensordecedor, parece ahogar las voces que buscan ser escuchadas.
También es importante reflexionar sobre el mensaje que este símbolo envía al resto del mundo. Argentina, un país con un potencial inmenso y una riqueza cultural inigualable, no puede permitirse el lujo de ser percibido como un lugar donde las soluciones se buscan con herramientas de destrucción. Necesitamos líderes que representen nuestra capacidad de innovación, resiliencia y humanidad, no solo nuestra frustración.
La motosierra, como metáfora, también plantea otra pregunta fundamental: ¿qué tipo de legado queremos dejar? Las decisiones políticas no solo afectan al presente, sino que moldean el futuro de generaciones enteras. Un enfoque basado en la motosierra puede parecer atractivo en el corto plazo, pero ¿qué sucederá cuando el polvo se asiente y nos damos cuenta de que hemos destruido más de lo que hemos construido?
Argentina merece un liderazgo que combine valentía con sabiduría, acción con empatía. La motosierra puede ser útil en el aserradero, pero en la política, su filo puede ser demasiado peligroso.
En lugar de cortar de raíz, tal vez sea hora de sembrar con cuidado, de regar las ideas con paciencia y de podar con fina precisión, no con violencia. Porque al final del día, un país no se mide por lo que destruye, sino por lo que construye.
Argentina se encuentra en un momento crucial de su historia, uno que exige un liderazgo que no solo sea audaz, sino también profundamente reflexivo. La valentía sin sabiduría puede convertirse en temeridad, y la acción sin empatía puede derivar en injusticia. Es en este equilibrio delicado donde reside la verdadera capacidad de transformar un país, que se merece la excelencia fundamental de su dirigencia política.
