LO DIFICIL DEL PENSAMIENTO CRITICO (II)

Por Alejandro Olmos Gaona
Siempre me interesó esto de como ejercer el pensamiento critico, y no estar sometido a dogmas, a criterios sectarios, a prejuicios ideológicos, que siempre enturbian cualquier análisis. Desde ya que uno se puede equivocar, siempre que lo haga de buena fe y no porque está inficionado de cargas subjetivas que pretendan acomodar los hechos o el análisis de los mismos. Asi como reflexionaba sobre las circunstancias políticas que vivimos y esas visiones maniqueas que se cultivan con esmero, lo mismo ocurre con la reconstrucción de los hechos históricos.
Lo referido a la conquista española y a las acciones realizadas por la monarquÍa hasta la independencia, es un claro ejemplo de como se puede llegar a distorsionar el pasado, sobre la base de criterios apriorísticos. Existe una"leyenda negra", que Maltby describió en un excelente libro, mostrando como se había originado en Inglaterra, para denigrar todo lo que tuviera que ver con las acciones de la monarquía española, leyenda que tuvo la fortuna de prosperar durante décadas, y que solo fue enfrentada por historiadores rigurosos, que no consintieron tal deformación de lo que en realidad habia pasado.
Pero como es común que ocurra, a esa leyenda la sustituyó la "leyenda rosa", por medio de la cual la época de la conquista hasta 1824, fue una época maravillosa, donde las leyes de indias eran respetadas y protegian a los naturales, donde la cultura se expandia, donde el proceso civilizatorio no tuvo equivalentes. En uno de los tantos casos que conozco un notable investigador cordobés se atrevió a hablar de la benevolencia de los encomenderos, mostrando un único caso., para justitificar todo un sistema Asi podría seguir con ejemplos que han dado lugar a mucha literatura, que tuve que leer cuando publiqué mi libro sobre la Biblioteca Jesuitica de Asunción. Siempre recuerdo como las cronicas muestran los llantos de los guaranies cuando la expulsión de los padres de la ciudad de Asunción y de las Misiones, ya que ellos fueron los únicos que los defendieron del trabajo esclavo y de las exacciones habituales.
Al absurdo chavista de denostar todo lo hecho de Colón para acá, se contrapuso, el elogio desmesurado y acrítico de lo hecho por España. El maniqueismo resucitado como en las mejores épocas, ya que todo era blanco o negro, no habia grises, ni luces ni sombras. En un caso los indigenas habían sido crueles, sanguinarios y no había otra forma de civilizarlos que a traves de castigos que llegaban hasta el exterminio, en el otro caso seres que vivian en el respeto a la naturaleza, habían desarrollado una civilización mejor que la europea, ejercían la justicia. Les faltó decir que eran un ejemplo de respeto a la vida humana, ya que hablar de derechos hubiera resultado excesivo. En ambos casos el pensamiento critico sepultado, porque solo se trataba de de defender posturas ideologicas, y no hacer historia en serio, que debo reconocerlo muchos la hicieron alejándose de tales simplificaciones.
Hay muchos ejemplos de la barbarie con la que procedía la corona, y que sus precarios apologistas ocultan y la ejecución del caudillo José de Antequera y Castro en Lima en 1731 es un ejemplo de ello, pero hoy quiero rescatar algo que acabo de leer, y que es el resultado de una notable investigación hecha recientemente y tiene que ver con el hijo de José Gabriel Condorcanqui, Tpac Amaru II, que a la corta edad de 13 años, vió como había sido despedazado el cuerpo de su padre, después que le cortaron la lengua y lo sometieron a todo tipo de tropelías, por haberse atrevido a enfrentar a la corona.
El 17 de mayo de 1781, en la Plaza de Armas del Cusco, a Túpac Amaru II quisieron descuartizarlo vivo atando sus extremidades a cuatro caballos; su hijo Fernando presenció la dramática escena. Fernando Túpac Amaru Bastidas fue obligado a ver el asesinato de sus padres, su hermano mayor y algunos de sus tíos. A su madre, Micaela Bastidas, una prócer de raíces indígenas y africanas, quisieron cortarle la lengua y luego colocarle un collar de hierro para destrozarle la nuca, pero como su cuello eran tan delgado la remataron a garrotazos y patadas, como se ha dado a conocer en una nota que acabo de leer.
Aunque el niño nada tenia que ver con las acciones de su padre, lo encerraron en las mazmorras del castillo real San Felipe y después de haber decidido desterrarlo al Africa, decidieron que se fuera España. Se ve que se quería cortar de cuajo, con el menor asomo de rebeldía al sangriento ejercicio del poder que se llevaba a cabo en el Perú.
Las versiones sobre este personaje son contradictorias, casi nada se sabía, los mitos hicieron lo suyo, y su vida pasó silenciada, porque era mejor que nada se conociera sobre su destino, hasta que recientes investigaciones han podido demostrar que fue de su vida, la crueldad con la que se procedió con él y los vejámenes que sufrier
Como no me gusta vestirme con plumas ajenas, voy a transcribir parte de la nota que he leido de Renzo Gomez Vega desde Lima
"A mediados de 2022, Viola Varotto, integrante de la editorial Isole, visitó el Archivo General de Indias de Sevilla. Hacía un par de años que sabía de la existencia del hijo menor de Túpac Amaru por unas acuarelas de la artista peruana Daniela Ortiz, y por un tiempo creyó que podía escribir una tesis alrededor de su figura, pero desistió. "Por la educación colonial que recibimos, los europeos pensamos que somos dueños de la historia y siempre tenemos algo interesante que decir. No quise caer en el mismo error", explica esta sarda que vive en Perú desde hace muchos años.
Hurgando en Internet, encontró una ponencia de la Biblioteca Nacional del Perú donde se mencionaba que presumiblemente el Archivo General de Indias de Sevilla guardaba cartas escritas por Fernando Túpac Amaru a finales del siglo XVIII. Cuando hizo la solicitud le dijeron que quizá se había confundido porque los documentos no estaban en el radar de ningún sistema de archivos. Fue su terquedad la que los hizo aparecer al cabo de una semana. Se trataba de dos legajos con muchísimos documentos, entre ellos los dieciséis manuscritos, que extrañamente estaban fuera de catálogo.
Varotto se trajo a Lima las cartas escaneadas. Junto con su compañera de la editorial Ivonne Sheen, armaron un grupo de lectura para obtener miradas distintas sobre el hallazgo. Cada invitada podía pasarle la voz a alguien más al que no necesariamente conocían. El colectivo quedó conformado por las artistas visuales Rosaura de la Cruz y Ana Barandiarán, la historiadora Cecilia Méndez, la educadora Rosaly Benites, la lingüista Verónica Ferrari, la activista Jackeline Sosa, la curadora de arte Lizet Díaz, el especialista en archivística Eduardo Pérez Rosales y, finalmente, el artista multidisciplinario Javi Vargas.
Durante meses cada uno de ellos se enfrentó al dolor de quien estuvo cautivo durante casi las dos terceras partes de su vida. Leer las cartas escritas por de Fernando Túpac Amaru fue despertar un clamor del silencio. El lamento ilustrado de un prisionero cuyo delito básicamente había sido ser hijo de dos rebeldes que inquietaron Hispanoamérica. Esos sentidos esfuerzos acaban de ver la luz en Las cartas de Fernando Túpac Amaru y otros documentos (1782-1798).
En septiembre de 1787, desde el castillo de Santa Catalina en Cádiz, el cautivo le escribió a Carlos III: "A Vuestra Majestad humildemente pide y suplica que en atención a los motivos y causas deducidas, se digne de tenerle piedad y conmiseración a un vasallo rendido y sumiso que implora su real clemencia con los más vivos sentimientos de dolor. Siento de que su soberana bondad se ha de mover a compasión al ver padecer a un inocente tanto tiempo un prolongado martirio sin otro delito que haber nacido".
Fernando Túpac Amaru no cesó en implorar humanidad. Y lo hizo sin renunciar a su apellido ni renegar de sus padres. En reiteradas ocasiones suplicó cuidados para su salud, así como recibir los ritos católicos y manifestó sus deseos de trabajar. Estudió aritmética, gramática y filosofía en el colegio de los padres escolapios de Getafe y Lavapiés. Y aseguraba estar preparado para ocupar un puesto como contador o archivero de rentas provinciales de la corte. En julio de 1792, a sus 23 años, le pidió al Rey de España, Carlos IV: "Se digne por un efecto de su real clemencia hacerle la gracia singular de destinarle a alguna oficina que ayude al desempeño de su lealtad innata".
La historiadora Cecilia Méndez comenta que si en ninguna de las cartas Fernando Túpac Amaru se atreve a desafiar al rey es porque era plenamente consciente de que su sobrevivencia dependía cuán obediente fuera.
El 30 de agosto de 1798, Fernando Túpac Amaru falleció con apenas 30 años en el barrio de Lavapiés, en Madrid. Según los manuscritos padecía de una "melancolía hipocondriaca". Ni los baños termales habían surtido efecto. Nunca se le permitió regresar al Cusco ni gozar de un resquicio de libertad. Diez años atrás de que se lo llevara la parca escribió: "[…] el no haber podido en todo este tiempo disfrutar de ningún acto de religión como oír misa, confesar, y comulgar; con cuyo pasto espiritual se fortalece el alma para recibir de Dios sus soberanos auxilios y morir en paz, que es lo que el suplicante pretende en los pocos días que le pueden quedar de vida, según ya se haya cansada y sin fuerzas su débil naturaleza, como encerrado en este castillo en un estrecho y húmedo encierro, tan dilatado tiempo, y sin haber visto jamás el sol ni respirado otro aire".
El hijo del cacique murió en la pobreza extrema. Si bien recibía nueve mil reales anuales para su manutención, no se le exoneró de los impuestos y terminó endeudándose a causa de su resquebrajada salud. Una de las integrantes del grupo de trabajo, Jackeline Sosa, halló su partida de defunción en el archivo de la parroquia de San Sebastián en Madrid. Formaba parte del libro de difuntos pobres. Un anexo que también está incluido en el libro. "Intentó vivir dignamente hasta el último instante", dice Viola Varotto, quien al día siguiente de la presentación del libro en el Cusco viajó con su mochila al reducto de la rebelión de Túpac Amaru: Tungasuca, en la provincia de Canas, a casi 3800 metros de altitud para dejar algunos ejemplares del libro directamente a los pobladores. Fue el retorno póstumo del niño cautivo."
Esta era la idea de justicia que se tenía en esos tiempos, con aquellos que se atrevían a no someterse al poder.
Quizás los que cultivan la leyenda rosa, utilicen su conocida hojarasca dialéctica para justificar estas acciones criminales que muestran uno de los tantos aspectos que se vivieron durante la época colonial.