Un viaje físico, espiritual y político

18.03.2025

TEXTO Y FOTOGRAFÍAS PABLO RUSSO

Podría ser el argumento de una historia ambientada en el paisaje de agua por Haroldo Conti: una serie de personajes surcando el río en extrañas embarcaciones con simbologías varias, portadores de un mensaje que va generando pequeñas revoluciones en cada ribera en la que se detienen.

Así viajan Luis «Cosita» Romero, Mariano Martínez, Martha Arriola, Frank Paredes, Elías Sigura, Matías Postai, Luciano Orellano y algunos más que acompañan por río o que apuntalan la logística desde tierra, como Horacio «el Indio» Enriquez. Y en el camino van aglutinando a otros y otras, que participan en cada tramo, remando o recibiendo y también celebrando la lucha colectiva. 

Remar Contracorriente por el Agua y la Vida es la campaña que reúne a más de 180 organizaciones y que busca poner de relieve la importancia de mantener la soberanía del Paraná, así como denunciar los efectos negativos del llamado a licitación para el dragado a 44 pies. Esto, sostienen, perjudicaría drásticamente al ecosistema de los humedales que incluye a sus comunidades costeras.

La idea, dice Martínez, la fue masticando Cosita, que una tarde en el islote Curupí lo apuró: «¿Vos venís o no venís conmigo?». Como en 1996 cuando junto a Raúl Rocco concretaron la gesta desde Yaciretá a Paraná en el bote La enamorada del río, en aquel entonces contra la instalación de una represa en el Paraná Medio, Cosita volvió a encontrar un socio para la aventura. Y la dupla contó esta vez con el respaldo de una diversidad de agrupaciones ambientales y políticas que se movieron para darle forma a la nueva travesía, que principalmente es posible gracias a la valentía, al compromiso y a lo que representa Cosita para los habitantes del humedal paranasero.

Después de un paso por localidades formoseñas con diversas actividades, el 1 de marzo se largó la remada desde Isla del Cerrito, en Chaco, con la idea de llegar a Rosario el sábado 22 del mismo mes.

Poner el cuerpo

Es un viaje físico en el estricto sentido del término: el desplazamiento principalmente se produce a remo, aunque en algunos tramos se enciendan motores y la embarcación que acompaña, Salvemos al Paraná, se mueva por combustión. Elías y Matías van siempre en kayaks, guiando a quienes se agregan en cada etapa. Cosita a bordo de La Yaguarona y Mariano en La del Zurdo, que fue la embarcación con la que su padre, el músico Miguel Martínez, salía al río a visitar a sus amigos o a buscar la tranquila inspiración de alguna isla. Marta y Frank se alternan como compañías. El viaje es corpóreo también en las paradas, donde generalmente se arma campamento y se cuentan historias y se canta alrededor del fogón hasta altas horas. Es material, así mismo, el aguante que tienen que tener estos mamíferos de agua para, después de cada traslado de varias horas sentados y a la intemperie -calores, vientos, lluvias- bajar con la energía necesaria para recibir los apoyos, los abrazos, a los medios de comunicación que buscan las primeras declaraciones de cada desembarco, las ceremonias y los discursos posteriores en los que van explicando el por qué de todo este asunto.

Soplar la brasa

Y el viaje físico tiene su simbología y espiritualidad popular. Tanto La Yaguarona como La del Zurdo han sido pintadas en una actividad comunitaria en el balneario municipal de Paraná, la última semana de febrero. Ahí tomaron los colores imaginarios de un yaguarón: verde y amarillo con sus ojos reptilianos, y un poco de rojo por encima del cuerpo escamoso. Un cobertizo de cañas y media sombra contribuye a distinguirlas desde lejos, así como las banderas que enarbola cada una. Además del pabellón argentino y el entrerriano, hay desde una gran wiphala hasta el rostro del Zurdo Martínez, el Papa Francisco y la insignia de la nación Charrúa. Es el sincretismo de la Virgen de Luján, que desde Corrientes descansa en la proa de La Yaguarona, que comparte el fuego sagrado de las rondas ceremoniales de bienvenidas de los pueblos originarios en cada parada. Cuando le toca la palabra, Martha Arriola suele citar a Francisco. «Esto que estamos construyendo es una promesa, está preñado de esperanza, de futuro; y va también preñado de miradas y de cuerpos de mujeres y de espiritualidades que se unen», sostiene Martha y agrega: «No es posible una revolución sin espiritualidad».

Construir un nosotros

Las motivaciones políticas se desarrollan en cada descanso que fue minuciosamente planificado. Los remeros comparten la palabra, la experiencia, los saberes y el mensaje concreto. Esto ocurrió ante los alumnos de una escuela en Pueblo Brugo el viernes 14, ante los que se arrimaron a Villa Urquiza el sábado 15, y ante la multitud que esperó el recibimiento en Paraná el domingo 16. Ellos contagian la lucha con su experiencia, y esos discursos van acompañados del canto y del baile, sea alrededor del fogón, en un quincho de camping o en un escenario en la playa.

Profeta en su tierra

El domingo 16 fue un día de sol. Desde el camping de Villa Urquiza partió la caravana fluvial poco después de las diez, multiplicada por cuatro en comparación a la que había salido el día anterior desde Brugo. La cercanía a la capital provincial permitió esta juntada, incluso de kayakistas santafecinos. Entre las nuevas embarcaciones una canoa enarbolaba el estandarte verde de ATE y ondearon más banderas argentinas, entrerrianas, whiphalas y hasta la Asamblea Ciudadana Vecinalista de Paraná en el último tirón del recorrido.

Las embarcaciones buscaban sus momentos para acercarse a la nave madre y conversar un rato con Cosita, siempre amable y predispuesto, con palabras de agradecimientos para todos. «Qué bien te veo», solía saludar el baqueano cuando alguien se arrimaba al intercambio de ideas en movimiento. Frank Paredes no dejaba de filmar con su cámara, a veces de pie en frágil equilibrio, conducido por el pescador Héctor Maldonado en su canoa. El rosarino Luciano Orellano, del Foro Por la Recuperación del Paraná, aprovechó cada parada para conversar y registrar en videos a los lugareños. Martha Arriola, a veces a los gritos y en una sintética frase, les explicaba a las embarcaciones que se cruzaban o a los pescadores recreativos de la costa de qué se trataba esa inusual manifestación.

Las dos escalas previas al recibimiento en el balneario municipal tuvieron un sentido profundamente político. El primero fue casi al mediodía, en la casa de Héctor Maldonado, habitante costero que desde hace más de un año viene sufriendo, junto a su familia, el intento de desalojo por parte de desarrolladores inmobiliarios.

La familia, amigos e integrantes de la Asamblea Ciudadana Vecinalista de Paraná esperaban la remada con música en vivo, empanadas de pescado y torta fritas para convidar. «Parque costero "privatizado" por Matías Folonier y José María Armándola», denunciaba un cartel a mano alzada con un plano del territorio y la consigna «Basta de maltrato a la familia Maldonado que habitan este lugar más de 80 años». Héctor, sus tres hijos y sus nietos viven en las casas construidas en esa ribera vecina a la desembocadura sur del arroyo Las Conchas. Es pescador, pero por el apriete de la gente de Armándola y las púas colocadas en tranqueras de camino público, la mayoría de los que habitualmente bajaban hasta su casa a comprar pescado ya no lo hacen, como así tampoco quienes se arrimaban a pescar y requerían sus servicios para trasladarse por la zona o que les preparen algún menú gastronómico especial. Tampoco sus hijos que trabajaban en el galpón arreglando máquinas varias pueden seguir haciéndolo, porque se lo desmantelaron, lo cercaron y les pusieron cámaras para registrar los movimientos de esas casas en todo momento. Maldonado resiste, esperando un acuerdo digno para ellos. El apoyo explícito de la campaña Remar Contracorriente le dió ánimo y esperanzas en la desigual pelea por la supervivencia. 

El segundo descanso fue del lado santafecino, en la comunidad Mocoví So Icolak (Águila viajera), casi frente a las torres de alta tensión de la Toma Vieja.

El cacique Hermenegildo «Carao» Romero y su familia esperaban a la comitiva central con un asado con cuero de media vaquillona, carneada y condimentada el día anterior, que arrancaron a cocinar al amanecer. Además, hubo empanadas fritas, dorados y sábalos a la parrilla.

Luego de una breve bienvenida se compartió la charla y la mesa en largos tabones debajo de la sombra de unas chapas, con la ciudad de Paraná de fondo. Cuando llegó el grueso de los remeros, Ariel Araujo, representante de las comunidades originarias santafecinas, invitó a una ceremonia tradicional mocoví. En ronda alrededor de un fuego sagrado, en esa pequeña barranca santafecina de la isla El Letrero se desplegó, una vez más, la dimensión espiritual de la manifestación. A continuación, el contenido político: Araujo transmitió la resolución de la asamblea que habían tenido esa mañana en la comunidad, que implica un sincero compromiso de apoyo a la causa. «La relación que tenemos con nuestras tierras, territorios y el agua constituye la base física, cultura y espiritual de nuestra existencia. Esta relación con nuestra madre tierra nos obliga a conservar nuestra agua dulce y mares para la supervivencia de las generaciones del presente y del futuro. Asumimos nuestro rol como guardianas», sostiene el documento. «No dejemos que a nuestro río lo manden abajo; plantemos nuestra bandera dónde sea, sigamos todos unidos», agradeció el cacique Romero en la despedida.

A las cinco de la tarde comenzó el último tirón de la jornada. Con la agitación creciente, desde la Toma hasta la dársena del puerto se fueron sumando embarcaciones. El aliento por la llegada se contagiaba con el golpeteo rítmico de los kayaks, el pitido de los silbatos y el canto repetido como un mantra: «No se vende, el río no se vende, el río se defiende».